Los blancos se desmoronan en un último cuarto para olvidar y pierden la final de la Euroliga ante Olympiakos, desde ayer doble campeón
Quedaba mucho,
tres cuartos largos de partido, pero el Madrid lo acariciaba. Al menos soñaba
con la Copa. Tras completar uno de los mejores parciales que se le puede ver a
un equipo de baloncesto (27-10), el Real se veía casi campeón, se veía en el
avión celebrando el título. Se imaginaba las calles de Madrid aclamado por la
afición, que esperaba tras 18 años de frustraciones en Europa. Defensa, ataques
rápidos, 12 puntos de Rudy, dirección sublime de juego, bien Mirotic, bien
Llull, soberbio Begic.
Pero desgraciadamente
para los blancos fue un espejismo. El segundo cuarto le permitió observar que
su rival, un excelso Olympiakos, estaba vivo. En el tercer cuarto la conclusión
ya era clara. Esto se tenía que cocinar más, todavía no estaba el plato bien
hecho. El último parcial fue el desquiciamiento con el objetivo ya lejos, la
psicología hecha trizas. Borrado de la pista por un torbellino griego. Letal en
todas sus líneas. El sueño se había acabado.
El Madrid sucumbió en tres cuartos para el
olvido, tras uno imperial. Recibió 90 puntos en los tres parciales, habiendo
encajado sólo diez en el primero. En el último la sangría fue de 39 puntos,
impropia de un partido de este nivel, tanto como en el que anota como el que
recibe. Algo falló. O muchas cosas. Quién sabe.
Quizá sólo fue
una que lo engloba todo. La bajada de intensidad defensiva blanca y la superioridad
griega en todos los contactos (con permisividad arbitral, sin ser excusa, algo
objetivo que sucedió). Quizá fueron varias. El despertar de Spanoulis, desaparecido
en la primera parte, estelar en la segunda con 21 puntos. La mala defensa del
Madrid, las malas decisiones en determinados momentos, por qué Rudy es
insuficiente con 20 puntos. Tampoco ayudaron Mirotic y Lull fuera del partido
en los dos cuartos finales, el montenegrino tras un golpe que fue falta pero
que los árbitros obviaron, que le dejó en tierra varios minutos. Quizá la defensa distinta de Sergio Rodríguez a Spanoulis, que la que le hizo a Navarro, quizá porque es distinto defender a quien lleva el balón que al que recibe tras los bloqueos.
Algunos culpan
a Laso, el menos culpable. El que ha llevado a este equipo a volver a ser
alguien en esta competición y el primero que salió ayer a dar la cara
“Demostramos que somos grandes al ver las caras ahora y al darnos cuenta de que
estamos hechos una mierda”. Así de tajante, así de dolido tras la ocasión
perdida.
Enfrente un
Olympiakos, ya lo decíamos, demasiado infravalorado estos días, demostrando ser
uno de los grandes de la historia. Dos títulos consecutivos, nadie lo conseguía
desde que en 2005 lo hiciera el Maccabi. Con monstruos, aparte de Spanoulis,
que serán grandes. La fuerza de la naturaleza que es Haynes. También Law,
Papanikolau, Perperoglou, Antic. Un señor equipo, dirigido por Barzokas, el
primer griego que gana la Euroliga en el banquillo.
Vicente
Salaner lo dijo ayer en Es Radio. “Es evidente que la competitividad del Real
Madrid queda algo tocada”. Es cierto que se diluyó en el último cuarto cuando
nunca pudo competír si obviamos el triple de Carroll que puso a los blancos a
tres (70 – 67) y el arreón final cortado de raiz por un triple de diez metros
del base griego, experto en jugar finales. Si Spanoulis está en estas citas es
para erigirse como guía de su equipo y así lo hizo. Queda saber si el Madrid se
repondrá del golpe. Es de esperar que sí, porque la Liga Endesa es el objetivo.
Éste reto queda ya atrás pero es muy razonable pensar que no pasarán otros 18
años para ver al Madrid en una final. Basta con ver lo fastidiados que estaban
por perder este de ayer. Espíritu de campeón siempre tiene el Real Madrid.