Había una vez en 2004 que los
Lakers tenían en su plantilla a Gary
Payton, Kobe Bryant, Karl Malone y Shaquille O’Neal,
entre otros. Más que nada, estos eran los que partían la pana en el equipo
angelino pero aquel año no ganaron el anillo, víctimas de una gran defensa de
Detroit en la final donde cayeron derrotados, contra todo pronóstico, por 4-1.
Ese
equipo me recuerda muchísimo al de este año con Nash, el mismo Bryant, Gasol y Howard. Un equipo
tremendo pero que ha perdido todos los partidos de pretemporada y el primero de
temporada regular ante Dallas. Un equipo que da la sensación de que no se le va
a escapar el anillo pero de grandes expectativas y fiascos está llena la NBA.
Me
refiero con esto que los Lakers no van a ganar con la camiseta como piensan
muchos y no van a ganar sólo con el fichaje de Dwight Howard ni con la
efectividad de Bryant ni con el buen hacer de Gasol. No van a ganar con la
dirección de Steve Nash.
Esto no es tan fácil como la gente piensa.
El
fichaje de “Superman” Howard puede darle a los Lakers muchísimo. Eso es
indudable. Le da contundencia porque es el único pivot de la NBA dominador, estilo O’Neal
de antaño. Es una pieza clave que asegura puntos y rebotes. Es la llave para
abrir partidos el día que Bryant no esté o no se le espere, el día que Pau esté
despistado.
Pero
es evidente que no sólo con eso se gana. Hay que darle contundencia y solidez
al equipo. Y esto lo tiene Miami Heat con Lebron,
Wade, Allen, Bosh y Rashard Lewis. Eso es
un equipo, campeón ya el año pasado y más rodados que estos Lakers, peligrosos
como nadie pero no muy fiables aún.
Esperamos
el salto definitivo de Dwight Howard. El jugador que se intuyó en los primeros
años de Orlando, el que se consolidó con el paso del tiempo y llegó a la final
en 2009. Pero queremos a un MVP, al jugador dominador al que un equipo como
Lakers le viene como anillo al dedo. Ahora, eso de ganar 72 partidos como los
Bulls en el 96, ni de broma.